
Era una tarde fría de octubre. Estaba colocando Geronimo la última pieza de un complicadísimo puzzle cuando la mesa vibró... se encontró morro a morro con un roedor supermusculoso, superfinicado: ¡era su amigo Hiena! Un instante después, el calor de su hogar era sólo un recuerdo...¡Le esperaban las perpetuas nieves del Kilimanjaro!
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